Cuando llegó julio y finalizaron los contratos de numerosos futbolistas argentinos, la pregunta de todos fue la misma: ¿y ahora cómo sigue? El tiempo avanzó, el séptimo mes del año está transitando sus últimos días y la pregunta sigue siendo la misma: ¿y ahora cómo sigue? Nadie sabe. Nadie contesta. El silencio reina en la AFA, una institución que parece como esas casas fantasmas que generan temor e intriga. Es un verdadero misterio lo que sucede en el fútbol argentino. Ningún dirigente sale a dar precisiones. Es el reino de las especulaciones y de las incertidumbres. ¿Volverán los entrenamientos? ¿Habrá competencia oficial hasta diciembre? Todos preguntan. Ningún dirigente responde. En medio de todo están los clubes, que no saben lo que sucederá y a raíz de eso no pueden planificar los pasos a seguir.
Más de cuatro meses llevan los clubes argentinos con ingresos limitados, que en algunos casos son prácticamente nulos. Las arcas están vacías y la columna de las deudas se llenó de cifras en rojo. El panorama es alarmante, pero el más castigado fue San Martín. El club de La Ciudadela hizo una inversión importante para conseguir el ascenso y se encaminaba a alcanzar el objetivo cuando el campeonato se interrumpió. Como la AFA decidió jugar al suspenso al dejar abierta la definición, tuvo que mantener los gastos. Los números son el fiel reflejo de lo sucedido: el balance del año deportivo dejó un déficit de más de 20 millones de pesos. Lo llamativo es que para la AFA el año deportivo, aunque se anunció la finalización de la temporada, no terminó. El “Santo” invirtió millones de pesos pero su esfuerzo, por el momento, terminó en el tacho de la basura. Sólo el TAS podría revertir la situación, aunque para conocer el fallo hay que seguir esperando.
La postura asumida desde la institución presidida por Claudio Tapia es insólita, absurda e incompresible. Más allá de la compleja situación que viven el país y el mundo entero por la pandemia de coronavirus, lo cuestionable es la falta de criterio para fijar posiciones. Si la situación sanitaria no mejora, lo lógico es aceptar que no se puede jugar. Bajar definitivamente la cortina y esperar la evolución de la enfermedad hasta 2021. Tal vez lo que busquen evitar, a esta altura del año, es perder la pulseada y terminar dándole la razón a Roberto Sagra, el único dirigente del ascenso que se atrevió a enfrentar y desafiar a las autoridades afistas. Cuesta creer que por no aceptar los errores cometidos sigan chocando contra una pared.
Las principales ligas del mundo no se tomaron vacaciones cuando comenzó la pandemia. Los torneos se suspendieron, pero los dirigentes trabajaron desde el primer día para buscar una salida. Finalmente la temporada, con mucho esfuerzo, logró completarse pese a las dificultades. Cada una consagró su campeón -Juventus dio ayer la vuelta olímpica en Italia al ganar el noveno título consecutivo-, clasificó sus representantes a las competencias internacionales y definieron los descensos. Siempre respetando el reglamento. Sin alterar ni una coma. Ellos pudieron hacerlo. La AFA se manejó diferente. Paró la pelota, alteró las competencias y benefició a los aliados del poder.
Cualquiera sea la decisión que tomen los dirigentes afistas sobre la definición de la Primera Nacional, si se vuelve a jugar, todo estará desvirtuado. El campeonato no será el mismo. Muchos planteles se desarmaron. La apertura del libro de pases cambia la escenografía de la competencia. Ya nada será igual a lo que sucedió hasta marzo. Si se decide completar el torneo, al que le faltan los nueve partidos y las instancias finales, será cuestionable. Pero la situación se agravará si además se modifica la forma de disputa. Desde lo reglamentario no es correcto lo que se está haciendo. Mucho menos desde lo ético. Es como si alguien compra un producto pero cuando lo retira le entregan otro. Desde el punto de vista comercial eso es una estafa. Si se lo analiza en términos deportivos, como mínimo, inaceptable.
Pocos clubes se muestran activos en el marcado de pases y eso no es motivo para sorprenderse. “Hay poco movimiento porque no hay certeza de lo que va a suceder”, explicó Walter Otta, técnico de Atlético Rafaela, quien adelantó que van a apostar por los juveniles. “Queremos darles rodaje a los chicos del club”, agregó. Eso es posible porque no habrá descensos. Otro despropósito.
La sangría de los planteles de la mayoría de los clubes de diferentes provincias es tremenda. Así como San Martín no pudo renovarles el contrato a 20 profesionales, en Independiente Rivadavia se desvincularon 15 jugadores. San Martín de San Juan no tiene técnico porque no puede pagarle. Curiosamente -o no, según como se lo analice- la otra cara de la moneda son tres equipos muy cercanos al poder afista que se muestran activos y siguen sumando refuerzos: Tigre, que no se resigna a quedarse sin ascenso; Barracas Central, el club de Tapia, y Estudiantes de Río Cuarto.
“Barracas Central será el próximo Arsenal”, comentan personas vínculadas con la AFA. Tal vez tengan razón. Aunque “Chiqui” Tapia no es Julio Grondona. Y nunca lo será.